sábado, 10 de marzo de 2012

Presentimientos in medias res.

[AVISO: Esta historia no está recomendada a menores de 12 años.]
Tenía ese presentimiento, desde que salí de casa con Mikey aquella noche. No paraba de girarme para ver si me seguían. Pero no había nadie. Nadie nos seguía, es más, en la calle no había nadie. Solo Mikey y yo, y mi miedo.
Cuando por fín llegamos al coche, fue cuando mi presentimiento se hizo realidad: Mikey apoyó la mano en la manilla del coche, y de repente, de la nada, salieron unos cuantos hombres, no sé cuantos porque en ese momento me fue imposible contar, pero eran bastantes. Nos cogieron por los brazos y nos ataron las manos con unas cuerdas muy espesas. Yo no me resistía, sabía que algo esa noche tenía que pasar, gritaba el nombre de mi compañero, a la vez que él decía cosas como: "¡DEJADLA!" "¡DEJAR QUE SE VAYA!". Pero no servía de nada. Eran muy fuertes y estaban decididos a no soltarnos. Mikey y yo no dejábamos de gritar, hasta que llegó el momento en el que nos durmieron. Sí, nos taparon la boca con un pañuelo, lleno de cloroformo. Desgraciadamente, no sé que pasó después, pero cuando despertamos, estábamos en una especie de celda, con dos camas, él en una y yo en otra. Intenté gritar, pero me percaté de que tenía un pañuelo en la boca, y que tenía atadas todas mis extremidades, para así no moverme. Mikey igual. Pasamos así cinco horas (teníamos delante un reloj), hasta que por fín entraron nuestros secuestradores. Entraron tres hombres, encapuchados para esconder su edentidad. Al principio no dijeron nada, se quedaron observándonos y diciéndose algo al oido, pero yo lo único que esperaba era que no tuviéramos que sufrir nada. Empezaron a acercarse los tres a mí. Escuché a Mikey intentar gritar algo, por lo que uno de los tres, se fue a decirle que parara, de forma muy violenta. Los otros dos se quedaron mirándome, sonriendo. Después de unos diez minutos, decidieron sacarme de ahí, desatando todas las cuerdas. Me empujaron hacia un rincón y se giraron hacia Mikey. No sabía qué hacer, estaba completamente perdida. Mi cabeza no paraba de dar vueltas y vueltas, hasta que por fin, se encendió la bombilla. Recordé que en mi bolso había puesto un cuchillo antes de salir de casa, pero en ese momento el bolso no lo tenía. Estaba sobre la cama de la que me habían echado. Intenté levantarme, pero no tenía fuerzas, así que me concentré lo más que pude en mi objetivo. Me arrastré, cual serpiente, hacia la cama, evitando hacer ruido y moviéndome sigilosamente. Alcancé la asa de mi bolso y la estiré hacia mí. Me sorprendí de que no escucharan nada, y entonces fue cuando vi que estaban pegando a Mikey. En ese momento, fue tanta la rabia, que abrí mi bolso, saqué el cuchillo, me levanté, y fui hacia uno de los secuestradores. Se lo clavé en la espalda, haciendo que toda la atención de los demás, fuera hacia mí. En un movimiento rápido, desaté las cuerdas de las manos de Mikey, y después, le grité:
-¡MIKEY, COGE MI MÓVIL Y...!
-¡VOY!
Nuestras voces, tanto como nuestro miedo, cada vez temblaban más. Los tres hombres que quedaban sin herir, se acercaron a mí, pero no pudieron moverse mucho al verme amenazándoles con el cuchillo.
-O me decís donde estamos, o acabáis como vuestro amigo.
Uno de los hombres me lo dijo rápidamente, y en cuestión de segundos, llegó la policía.

En los instantes que pasaron antes de que llegara la policía, pensé en como ocurrió todo:
Una mañana, Mikey me despertó como en lo habitual, llevándome el desayuno a la cama.
-¿Sabes? Hoy quiero salir a cenar.
En ese momento, acepté. Como solía pasar, a veces quería llevarme a cenar a la ciudad, y siempre nos lo pasábamos bien. El día pasó muy rápido. Después de desayunar, sacamos a Sparrow a pasear y aprovechamos para comprarle pienso. Cuando volvimos a casa, comimos y vimos una película. Luego, los dos nos duchamos y nos preparamos.
-¡Qué guapa estás!
-Gracias.
Empecé a sentir que nos seguían, desde que entramos en el coche.

Entraron sin pensarlo, de una patada a la puerta. Solté el cuchillo y corrí hacia los brazos de Mikey. Un hombre de policía nos llevó una manta y un café a los dos, y nos sacó fuera de allí, mientras que otros dos, iban a por los tres secuestradores, no conseguí verles la cara, pero sabía que estarían bien encerrados. Al hombre herido se lo llevó la ambulancia.

Nos llevaron al hospital y nos revisaron, para ver nuestras condiciones. Yo estaba bien, pero Mikey tenía un brazo roto. Salimos de ahí y nos llevaron a comisaría, para hacernos todas las preguntas necesarias. Cuando pensaron que ya sabían lo suficiente, nos mandaron a casa, y en parte, puedo decir que la pesadilla terminó, pero de ahora en adelante, siempre haría caso a mis presentimientos.

Nicole Alcobendas 3ºB

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