Un día con un espléndido Sol, empecé a sentir como si me hubiese enamorado de otro hombre. Y ahí lo vi, con su precioso rostro. Pensé: -a esto casada, no puedo caer en los brazos de otro hombre.- Pero entendí que el amor no entiende de casamientos, el amor no entiende de nada. Me acerqué y le saludé con lealtad. Ante todo lealtad. él me devolvió la sonrisa, y sentí como su calor me abrazaba. Acabé completamente enamorada de él. Dejando a atrás toda mi historia con Menelao. Sus fuerzas me sacaron de Esparta. Estaba realmente asustada, y tenía miedo de provocar grandes desgracias. Menelao, mi marido, seguía en Creta. Yo, en cambio, marché junto a Paris. Estaba realmente, encantada.
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